domingo, 26 de mayo de 2013

Resignificar la ausencia…



Desde el objeto mas insignificante, según como se lo mire, hasta la perdida de un ser querido por divorcio o muerte, la ausencia produce un profundo quiebre en nuestras vidas.  Es una situación que nos desestabiliza.  Que podemos racionalizarla recomponiéndola desde lo intelectual, aún así, en nuestro interior, algo se desacomoda, queda atascado, se endurece y hecha raíces.
Carecemos del hábito de relacionarnos con la pérdida, de reconocerlo como un hecho más en nuestras vidas.  Todo lo sustituimos por algo nuevo, algo más lindo o algo mejor.  Hasta que la ausencia del afecto se hace presente. Y comienza el proceso del duelo sin tiempos.  Cada persona es todo un universo emocional y solo cada uno sabe interiormente cuando se cierra un ciclo en su vida, para dar lugar al comienzo de otro nuevo.
La psiquiatra Elizabeth Kübler Ross (suiza-estadounidense/1926-2004) experta mundialmente en cuidados paliativos y en atención de personas en situación de perdidas, desarrolló una teoría que llamó Las 5 etapas del Duelo.

Aceptar y permitirse estar en duelo.
El dolor puede calmarse pero continuará, tal vez más tenue, hasta que vuelva a surgir. Abrazar ese dolor como parte de un período, reconociendo los diferentes estados de ánimo por los que se puede transitar, es un modo de estar presente en cada momento y con uno mismo.  Habrá cambios en la rutina diaria, en las relaciones, en los hábitos, esto también será parte de aceptar y permitir que ocurra.

Aceptar y permitirse el dolor.
Los compromisos y responsabilidades nos llevan a formar una coraza y seguir adelante. Acá no pasó nada, ya está, está todo bien!!!  Y todo sigue igual pero por dentro.
Los sentimientos, las emociones, necesitan salir, expresarse, hacerse presentes.
El miedo, el enojo, la tristeza, el dolor son emociones, si las guardamos en el cuerpo, con el tiempo, producen enfermedades.

Aceptar y permitirse el tiempo necesario para sanar.
Los tiempos son los que necesita cada uno. El resto son estadísticas. Desde uno a tres años, pero hasta siete años también…
Cada ser necesita transitar la perdida a su manera y de un modo sentido, para lograr encontrarle un lugar a todos esos sentimientos que la persona que partió nunca va a escuchar. 
Dentro de este tiempo, también convivir con las posibles recaídas. Los aniversarios o las fiestas son circunstancias detonantes que ponen de manifiesto las ausencias.

Aceptarse con paciencia.
Permanentemente brindamos paciencia hacia los demás, siendo para nosotros mismos, nuestros más rigurosos y ansiosos jueces.
Las emociones así como llegan se van. Si las retenemos como queriendo retener lo perdido, terminan lastimándonos y poniendo en evidencia el vacío de la ausencia.  Además, consumen mucha energía.
Abrazarse con paciencia, contemplarse con la mirada de un niño, con ingenuidad, con inocencia, nos habilita a poder acompañarnos interiormente. 

Aceptar que una parte de uno quiere morirse.
Es muy natural sentir ese deseo que querer partir junto con el ser querido. Es tan solo un sentir, una necesidad de conservar el contacto, de cualquier modo.  Es solo una parte de uno, así como es una parte del proceso del duelo.

Permitirse evitar las decisiones trascendentes.
Cambiar la marca de desodorante es fácilmente reparable, en cambio, lanzarse a un nuevo proyecto de vida, la venta de una propiedad, la ruptura o el comienzo de una nueva relación, puede teñirse de emociones, de falta de frialdad para observar realmente lo que necesitamos.

Aceptar y permitirse el descanso, la diversión, el disfrutar y la sana alimentación.
Conservar los horarios de sueño, la preparación de los alimentos evitando los excesos, organizar momentos de esparcimiento solo o en compañía, encontrando el ritmo interno necesario en cada situación.

Aceptar la necesidad de contención y apoyo en otros.
Solo uno puede encontrar las respuestas a su propio dolor, pero la presencia de otro puede facilitar las palabras que proyecten el camino. Negar la compañía es negar la posibilidad de reparar el dolor de la ausencia. La ayuda llega cuando uno está abierto a recibirla y la pide.

Aceptar, también, la posibilidad de recurrir a la ayuda profesional, sea la elección y necesidad que prevalezca.

Permitirse confiar en uno mismo, escuchándose.
Los pensamientos diariamente nos aturden, nos dirigen y hasta nos confunden…
Escucharnos, reconocer nuestra voz interior, es abrazar nuestra guía. Esa la voz que mas nos conoce, la que siempre nos ha acompañado en toda clase de circunstancias…y un duelo es una circunstancia mas en el proceso de la vida.

Resignificar la ausencia es encontrar el sentido del aprendizaje, el para que necesito transitar esta experiencia en mi vida…
A partir de allí, se puede encontrar un nuevo significado en cada aspecto y plano de nuestra existencia.
La magia esta en encontrar la plenitud al aceptar cada momento, estando presente.

Lo que la oruga interpreta como el fin del mundo es lo que el maestro denomina mariposa. (Richard Bach)

Ernesto Reich,

Reflexólogos Holístico. Mayo/2013.

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