martes, 12 de mayo de 2020


CARTA ABIERTA a los Reflexólogos.

Queri@s Colegas y alumnos en Reflexólogos:

Con el deseo de mejorar la calidad de vida de otras personas nos hemos formado en distintos métodos de reflexología.

Nos perfeccionamos en reflexología sintomática, en reflexología holística, en técnicas de toques suaves o muy intensos y profundos.

En reflexología de manos, en pies o el rostro.

Incorporamos metodologías peruanas, españolas, israelíes o dinamarquesas.

Descubrimos distintas áreas reflejas y movilizaciones fisioterapéuticas desconocidas.

Hemos aprendido a acompañar a nuestros consultantes desde la escucha atenta, desde la pregunta y obviamente, el masaje.

Elegimos las mejores opciones de confort para recibir y atender a los consultantes en el gabinete.

Encontramos el punto justo entre valor y precio en los honorarios por la atención que ofrecemos.

Disfrutamos nuestra labor al contactar el espacio reflejo de otra persona tanto en las manos, rostro o pies.

Estamos atentos al registrar como el masaje proporciona relajación y alivio a los malestares de la persona.

Estamos entrenados en percibir los cambios de energía y tensión en el cuerpo. Entrenados para poder leer a la persona desde la piel.

Nos conmueve esa agradable sensación de la labor cumplida en el abrazo de despedida y la sonrisa de agradecimiento de quienes salen del gabinete después de una sesión de reflexología.

De pronto toda esta realidad ha cambiado.
Lejos aún de realizar la próxima sesión, resulta inimaginable retornar a nuestras rutinas.

Los posibles protocolos de cuidados para la atención en el rubro de los masajes corporales están muy difusos.

La continuidad en los horarios de las sesiones deberá ser espaciada.

Las medidas de higiene requerirán más atención y esfuerzo.

Toda la realidad es nueva y, ante el deseo de continuar desarrollando esta beneficiosa y saludable profesión es que necesitamos adaptarnos.

Desarrollar toda nuestra creatividad y resiliencia.

Esta nueva realidad es mucho más que reordenar detalles, es reorganizar nuestros pensamientos, nuestros hábitos y nuestro rol social.

Cuando se habilite la circulación, el reencuentro cercano, el contacto, nuestra mirada también deberá ser nuevo.

Nuevo en los espacios físico, en contención, en como escuchar, en como intuir las vivencias escritas en la piel de los consultantes.

Vivencias y situaciones que posiblemente serán similares a las que nos han tocado vivir o aún estamos transitando.

Es indispensable reconstruirnos como reflexólogos.

Repensarnos en esta nueva historia que necesita ser escrita con el objetivo de edificar una nueva calidad de vida.

Repensarnos en como participar en esta nueva calidad de vida.

Hagamos uso de nuestra imaginación, proyectemos desde el pensamiento nuestro nuevo gabinete y como deseamos estar trabajando en él.

Visualicemos nuevos hábitos, recreemos imaginariamente como seria trabajar en esta diferente realidad.

Una realidad que, probablemente, será por mucho tiempo.

Cuanto más pronto pensemos en como reorganizarnos, más aliviados estaremos a la hora de recibir y acompañar la necesidad de otras personas en reorganizar sus vidas.

Comenzar a preocuparnos ahora cuando aún hay tiempo es caer en un estado de desgaste, y como ya sabemos, el estrés genera perdida de autodefensas que necesita nuestro organismo para realmente actuar.

Lo opuesto a preocuparnos es ocuparnos.

Todos los requerimientos apuntan a la higiene para evitar la propagación de contagios.

Transformemos conscientemente nuestros hábitos en el gabinete extremando el cuidado de la higiene.

Busquemos fuentes confiables y mantengámonos informados.

Evitemos los dichos de que “alguien le contó que le contaron…”

Consultemos a otros colegas o instituciones.

Estemos atentos a los protocolos que están vigentes y a los que seguramente se dictaran oportunamente.

Recurramos a todas las herramientas de sentido común a nuestro alcance para continuar desarrollando esta actividad tan necesaria en esta nueva realidad.

Aprovechemos estos tiempos para capacitarnos en nuevas alternativas terapéuticas.

Si la reflexología es un método de contacto natural, no invasivo, que estimula el auto-equilibrio natural de las personas, aportemos nuestro entusiasmo y consciencia en desempeñarnos en un nuevo comportamiento de contacto con otro, tan semejante y necesitado como uno.

Ernesto Reich, Reflexólogo Holístico, Instructor.
Socio 284/ Asociación Argentina de Reflexólogos.

lunes, 6 de abril de 2020

Resignificar la ausencia…en épocas del coronavirus.


Resignificar la ausencia…en épocas del coronavirus.



¿Qué es para vos la ausencia?
¿Una carencia?
¿El abandono de la presencia de algo o alguien?
¿La falta de existencia de algo o alguien?

Nadie está preparado hasta que la ausencia llega.
La situación de ausencia es un terreno misterioso y poco explorado, nos asalta inesperadamente y en muchos casos, solo conocemos sus síntomas y consecuencias.

Desde la desaparición de un objeto, la pérdida de un espacio social o laboral, un ser querido por distanciamiento o muerte, la ausencia produce un profundo quiebre en nuestras vidas. 

También la pérdida del ritmo diario de vida genera ausencia.
La ausencia de las rutinas cotidianas.
El transitar libremente e interrelacionarnos con quienes deseemos. Concurrir a los espacios de trabajo, de esparcimiento.

De pronto cada acto debe ser premeditadamente planificado.
El barbijo, los guantes, el alcohol en gel.
Perdemos la espontaneidad conocida, y en muchos casos en automático.
Ahora necesitamos observar más atentamente nuestros movimientos.

Todo se modifica y las convivencias se reacomodan.
Perdemos el individualismo en pos de medidas que engloban una actitud social y comunitaria.
Este nuevo orden produce tensión, estresa y como toda situación conflictiva, nos desestabiliza. 

Como seres racionales podemos recomponer las piezas en este nuevo rompecabezas desde lo intelectual.
Nuestra mente logra juntar los pedazos.
Aparecen frases y palmaditas sobre nuestros hombros.
Mensajes de texto, video llamadas, encuentros virtuales.

Aun así, en nuestro interior, algo puede quebrarse y quedar atascado.
Se alteran nuestras emociones y el modo en que vemos y disfrutamos la vida.

El efecto de la ausencia se hace presente.
En ese momento comienza el proceso del duelo, sin tiempos. 

El universo emocional de cada persona es único e irrepetible.
Cada persona transitará diferentes reacciones.
Interiormente, cada uno descubre a su ritmo cuando se cierra un ciclo en su vida, para dar lugar al comienzo de otro nuevo.

Elizabeth Kübler Ross, psiquiatra, planteó la teoría de “las cinco etapas del duelo” orientado a las personas que están en estado terminal.
La Negación; la Ira, rabia, resentimiento; el Pacto, la negociación con el dolor y culpa; la Depresión; y la Aceptación, la Resiliencia.
Estas etapas nos posibilitan, por sobre todo, poder identificar y poner palabras a algunas de las infinitas emociones que pudieran atravesarnos ante una situación de perdida.

Estas etapas carecen de un tiempo de duración y orden preciso.
Por ello, los siguientes parrafos proponen posibles situaciones que pudieran surgir.


Aceptar y permitirse estar en duelo.

Nuestra primera reacción es de desconcierto ante lo que ocurre.
También la negación.
“¡esto no puede ser!”, “me están engañando”…

La confusión, negar la realidad es tan solo un mecanismo de defensa. Necesitamos poner un muro, aislarnos, evitar el sufrimiento.
Podemos distraernos de sentir dolor, negarlo. Luego reaparecerá.

Un comienzo es permitirse estar mal.
Reconocer sentirse vulnerable, de necesitar estar contenido.
Aceptar que todos nuestros valores, intereses, ocupaciones y amistades se verán alterados.

Las costumbre pueden cambiar, desdibujarse, todo esto será pasajero.
Para transitar este momento necesitamos enfocarnos en estar presente en el ahora.
Suspender todo pensamiento de lo que hubiese sido o de lo que podría ser.
Solo existe lo que siento ahora y el momento en el que me encuentro. Instante a instante.


Aceptar y permitirse el dolor.

Si sentir dolor es algo insoportable, aceptarlo, permitirlo y expresarlo puede ser mucho peor.
Un nuevo momento en estas etapas es abrir nuestro corazón al dolor, encontrar palabras para corporizarlo.

Seguir caminando como si nada ocurriese, negando la realidad, acorazados de todos y todo, solo nos convierte en un volcán al borde de la erupción.

De a poco, necesitamos lograr expresar el miedo, el enojo, la tristeza, descubrir con que palabras podemos nombrar nuestras emociones.  
Así evitaremos que permanezcan alojadas en nuestro cuerpo con la posibilidad de provocar disfunciones.



Aceptar y permitirse el tiempo necesario para sanar.

Cuando sufrimos un accidente, luego de aceptar lo ocurrido y su dolor, lo que resta es transitar el camino de sanar.

Un camino de tiempos muy personales.
Los tiempos que necesite cada uno. El resto son estadísticas.
Desde uno a tres años, pero hasta siete años también…

Cada ser necesita transitar la perdida a su manera y de un modo sentido.
Lograr encontrar un lugar para todos esos sentimientos que, lo que o a quien se haya perdido, nunca va a escuchar. 

Este tiempo de sanación también traerá recaídas.
Circunstancias como aniversarios o fiestas que provocaran recuerdos, evocando una vez más la ausencia.


Aceptarse con paciencia.

Permanentemente sembramos paciencia ante las circunstancias de los demás.
Para con nosotros mismos, somos jueces rigurosos y poco contemplativos.

Las emociones así como llegan, nos movilizan y sacuden, también se van.
Retenerlas, como queriendo retener lo perdido, solo terminan lastimando y poniendo en evidencia el vacío de lo perdido, la ausencia.
Además, nos consume mucha energía.
Abrazarnos con paciencia, contemplarnos con la mirada de un niño, con ingenuidad, con inocencia, nos habilita a poder acompañarnos interiormente. 

Actuemos con gentileza, con actitud amorosa hacia nosotros. Recordemos que no somos el enemigo.


Aceptar que una parte de uno quiere morirse.

¿Qué sentido tiene estar sin su presencia?
Es natural ante la ausencia de un ser, surja el deseo de querer partir también.
Ante la pérdida de algo, perder el significado de vivir.
Es tan solo un sentir, una necesidad de querer conservar el contacto con lo que se ha perdido de cualquier modo. 

Los intensos sentimientos de tristeza, culpa, rabia, abatimiento o confusión son solo eso.
Sentimientos que tan solo son una parte de todas las partes que como seres nos conforman.
Observemos todas las maravillosas posibilidades con las que contamos, más allá de la oscuridad que tenga el túnel que se nos presenta por delante.


Permitirse evitar las decisiones trascendentes.

Cambiar equivocadamente un producto es fácilmente reparable.
Decidir apresuradamente, abalanzarse a nuevos proyectos, provocar la ruptura o inicios de relaciones, puede teñirse de emociones o frustraciones.
La ausencia de la distancia y objetividad necesaria para observar realmente lo que necesitamos puede provocar importantes desaciertos.


Aceptar y permitirse el descanso, la diversión, el disfrutar y la sana alimentación.

La ausencia, el abandono, despierta más desamparo.
Sentir la pérdida de aquello que nos nutre en cualquier plano, acrecienta la sensación de carecer de derecho a nutrirnos.

Conservar los horarios de sueño, la preparación de los alimentos saludables evitando excesos, la organización de momentos de esparcimiento solo o en compañía. Todo aquello que nos nutre y contiene afectivamente.
Y ante todo, descubrir y organizar el ritmo interno necesario en cada situación.


Aceptar la necesidad de contención y apoyo en otros.

Ante la sensación de minimizar una perdida y la creencia de pretender arreglarnos solito, debemos agudizar el cuidado.

Tan solo uno puede encontrar las respuestas a su propio dolor.
La presencia de otro puede facilitar las palabras que proyecten el camino.
Negar el acompañamiento es negar la posibilidad de reparar el dolor de la ausencia.

La ayuda llega cuando uno está abierto a recibirla y la pide.
Aceptar también la posibilidad de recurrir a la ayuda profesional, sea la elección y necesidad que prevalezca.


Permitirse confiar en uno mismo, escucharse.

Los pensamientos diariamente nos aturden, nos dirigen y hasta nos confunden…
Escucharnos, reconocer nuestra voz interior, es abrazar nuestra guía. Esa la voz que mas nos conoce, la que siempre nos ha acompañado en toda clase de circunstancias…y, un duelo, es una circunstancia mas en el proceso de la vida.

Resignificar la ausencia es encontrar el sentido del aprendizaje, el para que necesito transitar esta experiencia en mi vida…
Permeabilizarnos ante la ausencia para descubrir que nueva semilla puede florecer.
Es descubrir toda la fuerza interior que contenemos, por mérito propio y, la recibida en herencia de las generaciones anteriores.
Es reconocer al niño que le dejó paso al adolescente que se transformó en adulto y, todos ellos juntos, conviven dentro nuestro.

A partir de allí, se puede encontrar un nuevo significado en cada aspecto y plano de nuestra existencia.
La magia esta en encontrar la plenitud al aceptar cada momento, estando presente.

Lo que la oruga interpreta como el fin del mundo es lo que el maestro denomina mariposa. (Richard Bach)

Ernesto Reich,
Reflexólogo Holístico. Abril/2020.



La psiquiatra Elizabeth Kübler Ross (suiza-estadounidense/1926-2004) experta mundialmente en cuidados paliativos y en atención de personas en situación de pérdidas, desarrolló una teoría que llamó: Las 5 etapas del Duelo.


viernes, 27 de marzo de 2020

Soy el Coronavirus


Ensayo - Soy el Coronavirus.
Por Ernesto Reich



La energía se expande, se contrae y se retroalimenta.
La vida busca su continuación. Todo elemento vivo quiere continuar existiendo. 

Agotará todos sus recursos para mantenerse vivo. Buscará los mejores elementos que lo contengan y nutran, descubrirá a cada momento como preservarse y crecer.

Para sí mismo, es la magnífica creación reinante de la existencia, desatendiendo las características de su entorno. Solo privilegia su supervivencia, evitando su extinción. Todo aquello que atente contra su vida es un problema, un enemigo, un ejército invasor mancomunado atentando por borrarlo de la faz de la tierra.

Siendo un ser vivo contiene la semilla de la creatividad, fuerza, adaptabilidad, ritmo. Se considera parte de la creación y como tal va a dar lucha por seguir existiendo e interactuando.

Lo que está vivo quiere seguir estando así.

Desarrolla, ejercita nuevas rutinas y opciones de confraternizar con diferentes medios. Todo para continuar vivo, sin importar las consecuencias.
Así como un virus es metódico, nosotros, sus “huéspedes perfectos” también debemos serlo.

Carta de un Covid a otro...


Hola, soy el coronavirus.

Tengo algunos meses de vida.

Antes de mi nacimiento no tengo recuerdos. Tal vez haya existido antes en otra vida o en otro estadio pero intuyo que la memoria no es mi aspecto más fuerte.

Esta ausencia de recuerdos está unido a una profunda sensación de orfandad, de estar abandonado a mi suerte. Por eso debo subsistir por sobre todo y en cualquier medio.

He escuchado el modo en que me llaman. Me tratan de virus, me han codificado con letras mayúsculas y números. Me han insultado calificándome de varias maneras. Ahora, podrían haber utilizado algún nombre más delicado, algo como Wuhancito o Coronita. Al parecer ya estaba estipulado que así debía ser.

Reflexionado en este corto tiempo de vida, tal vez si he sido un error, un experimento o parte de algo más importante, una nueva entidad. Solo sé que aparecí y que una sensación que he llamado instinto me impulsa a preservarme.

Es algo que sí tengo claro, necesito sobrevivir.

Considerando las mejores alternativas desarrollé diferentes estrategias para asegurar mi existencia repasando una y otra vez todos los cuidados en los que no puedo fallar.

Esta sensación que llamé instinto me mantiene alerta y se alimenta con cada decisión que tomo o los errores que cometo.

Con los días he aprendido muchas cosas nuevas.

Dado que mis proporciones parecen ser muy pequeñas en relación a otras entidades que he ido conociendo, decidí que necesito un espacio mayor en donde desplazarme, habitar y nutrirme.

Después de un par de intentos fallidos en los que casi pierdo la vida encontré el “huésped perfecto”. Estando en él las condiciones son perfectas, puedo preservarme.

La soledad al comienzo fue abrumadora pero al encontrar al “huésped perfecto” todo cambió.

Una mañana, muy al principio, me descubrí mirándome a mí mismo, igual, con idénticas características y, de pronto, otros yo surgieron. Y todos bien predispuestos a crecer, relacionarse con el medio y expandirse. Luego de algunas dudas comprendí que debía llamarlos hermanos y, que entre todos, constituíamos una familia.

Alcancé a contar centenares idénticos a mí, porque también descubrí que puedo hacer eso. Además de multiplicarme se contar. En esta época ser tan pequeño y saber contar debe ser algo muy importante.

En nuestro “huésped perfecto” todo era ideal pero esto duró poco tiempo. Algo en su interior comenzó a deteriorarse comenzando por aumentos de movimientos acompañados de sonidos graves llamado tos seca. Comenzaron los cambios climáticos con pronunciados aumentos de temperatura y fuertes cambios en el aspecto de los paisajes interiores.

Estos cambios nos obligaron a desplazarnos dentro de nuestro “huésped perfecto” en búsqueda de nuevos territorios poco explorados. Las condiciones del aire cambiaron y todo se volvió más turbio, enrarecido.

En cuanto a la temperatura todo comenzó a sobre-calentarse. Allí descubrimos que el exceso de temperatura hace peligrar nuestra subsistencia salvo que la humedad esté presente. A diferencia de nosotros nuestro “huésped perfecto” es afectado gravemente por estas temperaturas. Se manifiestan en él algo así como escalofríos además de estados de dolores en diversas regiones.

Grandes cantidades de sustancias medio gelatinosas a las que decidimos llamar: ”flema” cubrieron todas las superficies y, las permanentes movilizaciones provocadas por esto llamado tos, provocaban su continuo desplazamiento. 

Hemos comprobado que en algunos “huéspedes” esta flema está acompañada de un líquido rojizo que le dicen sangre.

Pareciera ser que los “huéspedes perfectos” no existen. Luego de un tiempo comienzan a deteriorarse. Se podría considerar entonces que su impresionante tamaño no condice con su durabilidad. Son más débiles de lo que imaginamos. 

Hasta llegan a perder la conciencia.

Algo llamado estornudos provocó que muchos de nosotros fuésemos lanzados al espacio exterior exponiéndonos al peligro. Esta nueva experiencia nos sumó un importante descubrimiento, podemos sobrevivir en algunas superficies en mayor o menor tiempo, permitiendo poder encontrar otros nuevos “huéspedes perfectos”.

También descubrimos que en otros medios podíamos encontrar acceso a los “huéspedes”. Producen extraños sonidos fuertes que llaman palabras, muy cerca unos de otros, como escupiendo, esto nos permitió flotar unos instantes en el aire para alcanzar nuestros próximos objetivos.

Todos estos cambios al comienzo fueron desoladores. Con cada nueva experiencia perdimos muchos hermanos hasta comprender que podíamos extendernos. Generar nuevas familias en muchos “huéspedes perfectos” a la vez, viajar a otros continentes y así establecer nuevas colonias.

Los “huéspedes perfectos” son muy predecibles. Carecen del sentido de prevención. Se tocan todo el tiempo, se llevan las manos sin higienizarse a la cara, los ojos, la nariz o la boca. Esto nos juega a favor en nuestra tarea de mantenernos vivos y preservarnos.

Los “huéspedes” que adoptan otros hábitos nos exterminan sin piedad. Utilizan compuestos extraños llamados jabón, alcoholes o lavandinas. Altamente nocivos para nuestra salud. Aprendimos que nada es perfecto por lo que desarrollamos un exhaustivo plan de colonización que ellos llaman de pandemia.

En pocas semanas logramos alcanzar lugares insospechados, aprendiendo a interpretar nuevos lenguajes, convivir en diversas culturas y descubriendo diferentes características de los “huéspedes”.

Ellos tienen género y diferentes momentos de vida que llaman etapas evolutivas. Cuantos más jóvenes son, mayor es la resistencia que nos presentan. Logramos anidarnos, sentar nuestras bases pero sus defensas nos sobrepasan en números y debemos declinar, implementando rápidas medidas migratorias.

Los “huéspedes“, en una etapa evolutiva muy avanzada, nos facilitan un terreno más propicio. En general, ellos cultivan otros tipos de colonias llamadas enfermedades preexistentes. Si bien descubrimos que la expectativa de sobrevivir se acorta, logramos alcanzar nuevos “huéspedes” aglutinados en espacios cerrados. Todo suma.

Tal vez cuando leas estas líneas ya haya dejado de existir víctima de algún agente químico. Solo deseo manifestar mi experiencia, mi legado. Aun y después de casi cuatro meses de conquistar extensísimos territorios poblados por millares de “huéspedes” somos escasamente conscientes de nuestro sentido de existir. 

Si realmente tenemos alguna misión en la vida lo desconocemos. Lo que si podemos asegurar es que la imperiosa necesidad de sobrevivir ha sido provocada por el miedo a la extinción.

Aunque uses barbijo;
Cordialmente te saludo, Covid-19.
27/3/2020.