lunes, 6 de abril de 2020

Resignificar la ausencia…en épocas del coronavirus.


Resignificar la ausencia…en épocas del coronavirus.



¿Qué es para vos la ausencia?
¿Una carencia?
¿El abandono de la presencia de algo o alguien?
¿La falta de existencia de algo o alguien?

Nadie está preparado hasta que la ausencia llega.
La situación de ausencia es un terreno misterioso y poco explorado, nos asalta inesperadamente y en muchos casos, solo conocemos sus síntomas y consecuencias.

Desde la desaparición de un objeto, la pérdida de un espacio social o laboral, un ser querido por distanciamiento o muerte, la ausencia produce un profundo quiebre en nuestras vidas. 

También la pérdida del ritmo diario de vida genera ausencia.
La ausencia de las rutinas cotidianas.
El transitar libremente e interrelacionarnos con quienes deseemos. Concurrir a los espacios de trabajo, de esparcimiento.

De pronto cada acto debe ser premeditadamente planificado.
El barbijo, los guantes, el alcohol en gel.
Perdemos la espontaneidad conocida, y en muchos casos en automático.
Ahora necesitamos observar más atentamente nuestros movimientos.

Todo se modifica y las convivencias se reacomodan.
Perdemos el individualismo en pos de medidas que engloban una actitud social y comunitaria.
Este nuevo orden produce tensión, estresa y como toda situación conflictiva, nos desestabiliza. 

Como seres racionales podemos recomponer las piezas en este nuevo rompecabezas desde lo intelectual.
Nuestra mente logra juntar los pedazos.
Aparecen frases y palmaditas sobre nuestros hombros.
Mensajes de texto, video llamadas, encuentros virtuales.

Aun así, en nuestro interior, algo puede quebrarse y quedar atascado.
Se alteran nuestras emociones y el modo en que vemos y disfrutamos la vida.

El efecto de la ausencia se hace presente.
En ese momento comienza el proceso del duelo, sin tiempos. 

El universo emocional de cada persona es único e irrepetible.
Cada persona transitará diferentes reacciones.
Interiormente, cada uno descubre a su ritmo cuando se cierra un ciclo en su vida, para dar lugar al comienzo de otro nuevo.

Elizabeth Kübler Ross, psiquiatra, planteó la teoría de “las cinco etapas del duelo” orientado a las personas que están en estado terminal.
La Negación; la Ira, rabia, resentimiento; el Pacto, la negociación con el dolor y culpa; la Depresión; y la Aceptación, la Resiliencia.
Estas etapas nos posibilitan, por sobre todo, poder identificar y poner palabras a algunas de las infinitas emociones que pudieran atravesarnos ante una situación de perdida.

Estas etapas carecen de un tiempo de duración y orden preciso.
Por ello, los siguientes parrafos proponen posibles situaciones que pudieran surgir.


Aceptar y permitirse estar en duelo.

Nuestra primera reacción es de desconcierto ante lo que ocurre.
También la negación.
“¡esto no puede ser!”, “me están engañando”…

La confusión, negar la realidad es tan solo un mecanismo de defensa. Necesitamos poner un muro, aislarnos, evitar el sufrimiento.
Podemos distraernos de sentir dolor, negarlo. Luego reaparecerá.

Un comienzo es permitirse estar mal.
Reconocer sentirse vulnerable, de necesitar estar contenido.
Aceptar que todos nuestros valores, intereses, ocupaciones y amistades se verán alterados.

Las costumbre pueden cambiar, desdibujarse, todo esto será pasajero.
Para transitar este momento necesitamos enfocarnos en estar presente en el ahora.
Suspender todo pensamiento de lo que hubiese sido o de lo que podría ser.
Solo existe lo que siento ahora y el momento en el que me encuentro. Instante a instante.


Aceptar y permitirse el dolor.

Si sentir dolor es algo insoportable, aceptarlo, permitirlo y expresarlo puede ser mucho peor.
Un nuevo momento en estas etapas es abrir nuestro corazón al dolor, encontrar palabras para corporizarlo.

Seguir caminando como si nada ocurriese, negando la realidad, acorazados de todos y todo, solo nos convierte en un volcán al borde de la erupción.

De a poco, necesitamos lograr expresar el miedo, el enojo, la tristeza, descubrir con que palabras podemos nombrar nuestras emociones.  
Así evitaremos que permanezcan alojadas en nuestro cuerpo con la posibilidad de provocar disfunciones.



Aceptar y permitirse el tiempo necesario para sanar.

Cuando sufrimos un accidente, luego de aceptar lo ocurrido y su dolor, lo que resta es transitar el camino de sanar.

Un camino de tiempos muy personales.
Los tiempos que necesite cada uno. El resto son estadísticas.
Desde uno a tres años, pero hasta siete años también…

Cada ser necesita transitar la perdida a su manera y de un modo sentido.
Lograr encontrar un lugar para todos esos sentimientos que, lo que o a quien se haya perdido, nunca va a escuchar. 

Este tiempo de sanación también traerá recaídas.
Circunstancias como aniversarios o fiestas que provocaran recuerdos, evocando una vez más la ausencia.


Aceptarse con paciencia.

Permanentemente sembramos paciencia ante las circunstancias de los demás.
Para con nosotros mismos, somos jueces rigurosos y poco contemplativos.

Las emociones así como llegan, nos movilizan y sacuden, también se van.
Retenerlas, como queriendo retener lo perdido, solo terminan lastimando y poniendo en evidencia el vacío de lo perdido, la ausencia.
Además, nos consume mucha energía.
Abrazarnos con paciencia, contemplarnos con la mirada de un niño, con ingenuidad, con inocencia, nos habilita a poder acompañarnos interiormente. 

Actuemos con gentileza, con actitud amorosa hacia nosotros. Recordemos que no somos el enemigo.


Aceptar que una parte de uno quiere morirse.

¿Qué sentido tiene estar sin su presencia?
Es natural ante la ausencia de un ser, surja el deseo de querer partir también.
Ante la pérdida de algo, perder el significado de vivir.
Es tan solo un sentir, una necesidad de querer conservar el contacto con lo que se ha perdido de cualquier modo. 

Los intensos sentimientos de tristeza, culpa, rabia, abatimiento o confusión son solo eso.
Sentimientos que tan solo son una parte de todas las partes que como seres nos conforman.
Observemos todas las maravillosas posibilidades con las que contamos, más allá de la oscuridad que tenga el túnel que se nos presenta por delante.


Permitirse evitar las decisiones trascendentes.

Cambiar equivocadamente un producto es fácilmente reparable.
Decidir apresuradamente, abalanzarse a nuevos proyectos, provocar la ruptura o inicios de relaciones, puede teñirse de emociones o frustraciones.
La ausencia de la distancia y objetividad necesaria para observar realmente lo que necesitamos puede provocar importantes desaciertos.


Aceptar y permitirse el descanso, la diversión, el disfrutar y la sana alimentación.

La ausencia, el abandono, despierta más desamparo.
Sentir la pérdida de aquello que nos nutre en cualquier plano, acrecienta la sensación de carecer de derecho a nutrirnos.

Conservar los horarios de sueño, la preparación de los alimentos saludables evitando excesos, la organización de momentos de esparcimiento solo o en compañía. Todo aquello que nos nutre y contiene afectivamente.
Y ante todo, descubrir y organizar el ritmo interno necesario en cada situación.


Aceptar la necesidad de contención y apoyo en otros.

Ante la sensación de minimizar una perdida y la creencia de pretender arreglarnos solito, debemos agudizar el cuidado.

Tan solo uno puede encontrar las respuestas a su propio dolor.
La presencia de otro puede facilitar las palabras que proyecten el camino.
Negar el acompañamiento es negar la posibilidad de reparar el dolor de la ausencia.

La ayuda llega cuando uno está abierto a recibirla y la pide.
Aceptar también la posibilidad de recurrir a la ayuda profesional, sea la elección y necesidad que prevalezca.


Permitirse confiar en uno mismo, escucharse.

Los pensamientos diariamente nos aturden, nos dirigen y hasta nos confunden…
Escucharnos, reconocer nuestra voz interior, es abrazar nuestra guía. Esa la voz que mas nos conoce, la que siempre nos ha acompañado en toda clase de circunstancias…y, un duelo, es una circunstancia mas en el proceso de la vida.

Resignificar la ausencia es encontrar el sentido del aprendizaje, el para que necesito transitar esta experiencia en mi vida…
Permeabilizarnos ante la ausencia para descubrir que nueva semilla puede florecer.
Es descubrir toda la fuerza interior que contenemos, por mérito propio y, la recibida en herencia de las generaciones anteriores.
Es reconocer al niño que le dejó paso al adolescente que se transformó en adulto y, todos ellos juntos, conviven dentro nuestro.

A partir de allí, se puede encontrar un nuevo significado en cada aspecto y plano de nuestra existencia.
La magia esta en encontrar la plenitud al aceptar cada momento, estando presente.

Lo que la oruga interpreta como el fin del mundo es lo que el maestro denomina mariposa. (Richard Bach)

Ernesto Reich,
Reflexólogo Holístico. Abril/2020.



La psiquiatra Elizabeth Kübler Ross (suiza-estadounidense/1926-2004) experta mundialmente en cuidados paliativos y en atención de personas en situación de pérdidas, desarrolló una teoría que llamó: Las 5 etapas del Duelo.


1 comentario:

  1. Conoce esta plataforma para vender cursos online. Diseña tu propio producto y vendé contenidos de una forma innovadora y didáctica. Por todas las redes sociales con tu perfil de la plataforma.
    Encuentra tu top curso online o a distancia sobre Holística

    ResponderEliminar