¿Sabes
qué es un Buen Regalo?
De
chico esperaba la Nochebuena y, con la última campanada, se daba inicio al
reparto de regalos.
Para
ese momento ya tenía identificado cuales paquetes tenían mi nombre y sus
tamaños presagiaban los posibles presentes.
Los
más aplastados siempre eran pares de medias, los regalos medios abollados eran
alguna camiseta, pero aquéllos con forma de caja eran los más intrigantes.
Dentro de esos envases todo podía suceder.
Desde
un nuevo autito de colección, el cual debería esconder de las manos de mi
hermano menor o, una lapicera a tinta, que insalvablemente caería en la
custodia de mis padres para ser usada solo por ellos y que nunca conocería mis
ilegibles y despatarrados trazos de escritura.
Pero
los verdaderos regalos aunque no tuviesen envoltorios llamativos ni moños de
colores, y esto lo descubrí muchos años después, eran los abrazos de las
abuelas y tías.
Esos
abrazos donde uno quedaba apretujado como entre dos colchones, con las mejillas
manchadas de lápiz labial y rubor mezclados con fragancias de agua colonia
perenne. Como una mágica poción creada en exclusividad para esa persona y de
por vida.
Andando
por la calle, suelo percibir perfumes que me evocan sus recuerdos hasta sentir
en la piel la fuerte presencia de ellas.
Dejando
de lado los maquillajes y apretujones, el verdadero regalo consistía en que me
ofrecían su tiempo, sus silencios, sus miradas, sus preguntas sutiles. Y, por
sobre todo, sus cariñosas y cómplices sonrisas.
Estos
regalos eran imposibles de colocarse al pie del árbol de Navidad y aun así
estaban incondicionalmente.
Las
medias se llenaban de agujeros o se perdían, las camisetas a veces achicaban al
primer lavado, los autitos de colección terminaban entre los juguetes de mi
hermano canjeados por algún favor y, las
Pero
ese tiempo de comprensión, el espacio de conexión y afecto, esa presencia que
acompaña y cobija al mismo tiempo, todo ello y más aún, es parte de mí.
Son
esos regalos que, como una camisa nueva, uno luce todos los días con orgullo.
Recordar
sus miradas en las cuales uno se sentía reconocido, amado; instantes en donde
la empatía brillaba en el aire.
Todo
regalo contiene una intención.
Algunos
retribuyen, reconfortan, otros halagan o compensan, comprometen o desvinculan.
Hay
presentes que al poco tiempo pierden importancia y caen en el olvido. Algo así
como “pan para hoy y hambre para mañana”.
Los
buenos regalos, los que te ayudan a erguirte como persona, a valorar y valorarte,
a ser agradecido sin formalidades, a construir la fe con acciones, a ser fiel a
tus creencias, esos regalos se atesoran de por vida.
¿Ya
se te ocurrió que buen regalo podes hacer?
¡Muy
felices fiestas…!!!, es mi deseo y mi regalo.
Ernesto
Reich.
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