Día
tres.
Hay dos frases que
resuenan en mi memoria, la primer de Joan Manuel Serrat y la otra de Alejandro
Jodorowsky y dicen: “uno solo es lo que
es y anda siempre con lo puesto” y “las cosas son como son, sufrimos porque las
hemos imaginado distintas”…
Así podría comenzar a
recorrer los puntos en común y las diferencias que hacen a los reflexólogos en
su labor cotidiana situados a ambos lados de la cordillera, en Lima y en Buenos
Aires.
Conversando con una
colega y docente sobre la experiencia vivida en el Centro de Reflexoterapia de
las Hnas.de San Pablo de Chartres en Lima, Perú;
llegamos a la conclusión que si nosotros lográsemos desarrollar tan solo un
veinticinco por ciento de la convicción y confianza
con la que atienden, comparten y siguen perfeccionándose en Lima, la
reflexología en nuestro país tendría un lugar muy diferente dentro de la
sociedad.
Indagando en la etimología de la palabra “confianza”, de raíces latinas, su significado es: “cualidad del que tiene total seguridad de algo o alguien”. Y está compuesto por los prefijos: Con (junto, todo), Fides (fe), Nt (agente, el que hace la acción), mas el sufijo: ia (cualidad).
Entonces, tal vez esta sea la mejor palabra para
describir la actitud en el trabajo que
realizan los reflexoterapeutas que conocí en Lima.
Más allá de las características e
individualidades propias del ser humano, trabajan en conjunto con una mirada
clara, con convicción, con fe de que sus acciones van a mejorar la salud y
calidad de vida de sus consultantes. De que sanan.
Apoyados en sus conocimientos anatómicos y
fisiológicos, constatando a lo largo de cientos de pacientes que transitan
diariamente por la Clínica, evalúan el modo de ajustar mejor los tratamientos a
las patologías. Y las patologías se repiten y multiplican. Así como hay temas
recurrentes de salud también surgen las sorpresas y nuevos desafíos.
El estilo de alimentación sumado a las
características socioculturales de vida y cuidados hacen mayormente a la
reiteración de muchos casos; disfunciones o “enfermedades” en el sistema
digestivo, respiratorio u oseo-artro-muscular entre otros. Esto es un hecho
común a cualquier región o país, incluso el nuestro, la Argentina.
En nuestro caso, enraizados en intrincados
pensamientos y elucubraciones que afloran por nuestros poros materializándose
tan solo con expresar: “Buenos días!!!”, hemos perdido la mirada inocente, el asombro
de niño. El contemplar sin interpretaciones ni dobles sentidos.
Miradas de asombro, de avidez por conocer que
si observé tanto en los terapeutas al atender en el Centro de Lima, como en los
participantes del curso intensivo de Terapia Reflexo Facial.
Orgullosos de nuestra “viveza”, tenemos la fama
de soler caer en la obsesiva creencia de que la perfección nos destaca y
empodera, de una pobre valoración narcisista. Del histrionismo hacemos un culto
de igual modo que de la “queja” llegando a desconfiar hasta de nuestra sombra.
Desaprovechamos reconocer y disfrutar la sencillez de las cosas, resistiéndonos
a aceptar los hechos tal cual son, como que la noche es la continuación del
día, o que morir es lo opuesto a nacer, extremos de la vida. Ante tanto miedo a
la muerte desconocemos cómo vivir, creyendo que uno está vivo mientras consume
y siente solo placer.
Aceptar que, no saber nada es más importante
que saber y, esto nos impide descubrir la humildad de sentirse permanentes
aprendices. Nos desplazamos desesperados corriendo de ningún lugar a cualquier
ningún otro justificando el evitar apropiarnos de las cosas como son, evitando
así que nos duela el cuerpo, nuestra adolescente emocionalidad o nuestra
incomprensión. Sobre todo la incomprensión de no poder controlar lo
incontrolable.
Hemos perdido la mirada del niño que confía,
tanto en sus instintos como en la palabra cálida del adulto que valora o nos llama
la atención en pos de mejorar nuestra conducta para un mejor vivir. ¿Será
porque somos una sociedad que castiga al diferente y valora solo la
conveniencia?
Cuando hablamos de terapias y terapeutas,
imagino ese paraíso llamado “utopía”. Ese universo sin espacio ni tiempo donde
se encuentran nuestra brillantez y nuestras más tenebrosas sombras, abrazándose
en un acto de aceptación y reconciliación sin más que para salir al encuentro
de un semejante, otro igual y diferente al que llamamos consultante.
Todo transcurre muy velozmente, todo es muy
fugaz y, del instante del desayuno nos encontramos levantando los platos de la
cena, de la casual e indiferente mirada desconocida nos descubrimos disfrutando
ante una reconfortante amistosa sonrisa, de la concentración en la práctica del
curso a la distendida situación del encuentro de intercambiar experiencias.
Todo ocurre como debe ocurrir y, cada momento nos espeja nuestro interior a
modo de aprendizaje. Así fueron mis días, observando, aceptando y aprendiendo.
Así transcurrió el tercer día del curso,
estimulando el Sistema Linfático, depurando toxinas y prejuicios, activando las
defensas naturales del organismo y del alma, combatiendo sustancias y
pensamientos nocivos, transportando y distribuyendo nutrientes, preparándonos
para un nuevo día.
Ernesto
Reich, Reflexólogo Holístico/Instructor.
Director de la
Escuela Holística Argentina de Terapia Reflexo Facial.
Tercera de cinco entregas.
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