Básicamente, el sistema nervioso es un conjunto
organizado de células especializadas en la conducción de señales eléctricas.
Llevan y traen información, comunican.
La interrupción de las señales eléctricas provoca
un colapso en el funcionamiento de nuestro organismo. Cuando los “hilos” por
donde viajan estas señales a lo largo y ancho de nuestro cuerpo se estrangula,
se inflama o se corta, todo en mi ser se incomunica.
El lugar de nuestro cuerpo donde se produce la
inflamación del nervio pone de manifiesto algunos aspectos de mi persona que
necesitan ser revisados. El simple hecho de padecer una “bola de nervios” o
sentir los nervios a flor de piel me muestra la gran o excesiva sensibilidad
que poseo. Hasta la situación más banal puede irritarme.
La inflamación también conlleva emociones como
enojo o ira. ¿Qué enojo existe en la comunicación conmigo mismo?
Un rostro sonriente o
luminoso me informa y predispone de un modo diferente a diferencia del rostro sombrío,
hostil o triste.
El rostro es, por todas sus
características, mi imagen, mi identidad y mi ego. Es la parte de mí con la
cual me relaciono con el medio en el que habito, con ella sociabilizo con mis
pares.
También el rostro es el que
recibe la bofetada. Mi rostro es el estandarte de mi valorización o
desvalorización. La sensación de ser incompetente, de que nadie me presta
atención o amor, de vergüenza por esconder aspectos de mi personalidad que no
acepto, todo ello se manifiesta en mi rostro y en su piel.
Para sobrellevar y sobrevivir
ante difíciles circunstancias utilizamos máscaras, y ellas nos vuelven más
rígidos aún. La rigidez también estimula la inflamación.
Revisar los hábitos y
aspectos con los cuales nos manejamos, nuestros pensamientos, emociones,
conductas automáticas y repetitivas, es un camino para transitar hacia la
sanación.
Investigación y desarrollo:
Ernesto Reich, Reflexólogo Holístico/Instructor
Director de la Escuela Holística Argentina de Terapia Reflexo Facial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario